Nadar o ducharse con lentes de contacto es, aunque cómodo, muy peligroso para nuestra visión. Así lo aseguran numerosos expertos, que alertan de que esta práctica más que habitual puede conducir a una infección grave o incluso a la pérdida de visión.Aunque se trata de un riesgo conocido y del que numerosos especialistas ya han alertado en varias ocasiones, el caso que a Jennie Hurst, una joven de 28 años, la imprudencia le salió cara: perdió la visión en un ojo tras contraer una infección mientras nadaba en la piscina de un hotel.
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