Una antigua propietaria de una inmobiliaria en pleno centro de Vigo que arrojó la toalla en noviembre del 2007 reconoce ahora que llegaban a pedir «entre 60.000 y 90.000 euros sobre el precio real de los pisos porque la gente pagaba casi lo que fuese. Eso se acabó, porque no era normal. El mercado ya no lo soporta y la desaceleración económica ha terminado por abrirles los ojos a todas las partes implicadas».
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