La capital catalana vive una silenciosa revolución demográfica en la franja de edad de 25 a 39 años: de cada diez empadronados, menos de tres nacieron en Barcelona y casi seis lo hicieron en el extranjero. La diversificación de la inmigración la última década –más variedad de nivel económico y cultural y más estancias provisionales– ha coincidido con la llegada a la etapa adulta de generaciones de autóctonos ya muy cortas por la baja natalidad de los años 80.
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