Son doce mil menos y somos un poco más pobres, se van, vuelven a su hogar o buscan nuevas burbujas inmobiliarias donde poder hacer su pequeño agosto laboral, aquí ya solo quedan esqueletos inacabados de edificios atrapados entre hipotecas al promotor y una desértica demanda, entre unos precios fuera de mercado y unas entidades financieras que ya no dan préstamos hipotecarios (...)
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