Gracias a un juicio perdido por Halliburton en Reino Unido se ha logrado un gran avance en la aplicación del sistema de patentes de software: o está correctamente descrito el proceso que estás patentando y se puede demostrar tal y como está descrito, o te la comes con patatas. Se acabó (al menos allí) el patentar un dibujo en una servilleta y luego demandar.
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