Si nuestro observador se encontrase en la Plaza de Moncloa o en el campo al aire libre cerca del Planetario (a unos 3 Km. del punto cero) vería cómo una deslumbradora luz blanca emergía de un nuevo sol sobre la ciudad, que durante 5 segundos genera una onda de calor abrasador que incendiaria la vegetación, derretiría los cristales, las farolas y los coches y, por supuesto, prendería en el acto a cualquiera que se encontrase en la calle convirtiéndole en poco en un cadáver completamente carbonizado.
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