Hay una especie de dictadura de la felicidad» y de una felicidad además «muy americana en el sentido de tener éxito, muchas relaciones, ser un hombre hecho a sí mismo... pero la vida es más amplia que ese reduccionismo», que esa «infantilización del pensamiento» que el autor considera peligrosa. Fundamentalmente en dos campos: la medicina y la economía. «Está bien que un médico de cabecera anime a un paciente que sufre depresión, pero no que le diga: 'Ay chico, a ver si te tomas las cosas de otra manera'».
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