El Gobierno confiaba en el consumo de las familias para tirar de la economía en el 2011. La tasa de ahorro había llegado a niveles tan elevados del PIB, decía el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, que, a poco que se abriera la hucha, el consumo iba a crecer en el 2011 el 1,8%, y ello llevaría alegría a la actividad.
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