Asesinaron a sus padres, le rajaron la cara en un mitin con un cutter, cambió el tono de la política y su pueblo la adoró. Sin embargo, se ha descubierto que estaba en manos de una secta. Videntes, que le prometían hablar con sus padres, la influenciaban en sus decisiones a cambio de sobornos de empresas. Un directivo de Sampsung también ha acabado en prisión. Todo se descubrió por un gigoló que frecuentaba una de las videntes, que recopiló pruebas contra ellas después de que le obligasen a cuidar el perro. Una historia digna de un culebrón.
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