Después de cuatro días preguntándose por qué los horarios de entrada y de salida son tan estrictos, por qué las duchas son comunitarias, por qué hay barrotes en todas las ventanas y por qué los vecinos son gente tan peculiar como Ricardo «El uñas» o Eduardo «El tesorero», un matrimonio de Brighton ha empezado a sospechar que el apartamento turístico que alquiló para pasar una semana de relax en Madrid es en realidad una celda del centro penitenciario de Soto del Real.
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