Las corridas de toros viven desde hace tiempo, mucho antes de la pandemia, horas bajas. No precisamente por culpa de conspiraciones para acabar con nuestras tradiciones, sino por la falta de público. Una ‘enfermedad’ que también padecieron el frontón, las peleas de boxeo y el circo de tres pistas, tan habituales en décadas pasadas. Cambian las costumbres, mueren los aficionados y nacen sensibilidades y formas de entender el ocio
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