Esta mañana me he comprado el libro de Oscar. No le conozco de nada, pero le llamo familiarmente Oscar porque después de recorrer sus recuerdos y comprobar que en gran medida forman parte de los míos, es como si ambos hubiésemos jugado juntos en el patio de colegio, o compartido nuestros juguetes en su habitación o en mi balcón, él desde su casa de Bilbao, y yo desde la mía de Barcelona. Una distancia que los recuerdos minimizan hasta el punto de que te hacen formar parte de algo mágico.
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