En el Renacimiento era muy habitual la homosexualidad, pero no como algo exclusivo sino como lo que hoy se entendería como bisexualidad. El Papa Pablo II tuvo una de las muertes más embarazosas de la historia de la Iglesia: murió de un infarto en la cama mientras era sodomizado por un efebo. Más tarde le pusieron el apodo de María Pietísima, porque cada vez que había un problema en el Vaticano se echaba a llorar.
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