En un contexto de plena sintonía con la naturaleza, Benedicto XVI invitó ayer a rechazar tanto la contaminación atmosférica, que daña los pulmones, como la espiritual, que daña la mente y el corazón. En su homilía sobre el Espíritu Santo, el Papa advirtió que cuando el hombre se aleja de Dios, su gran potencial técnico se vuelve peligroso como demuestran «las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, donde la energía atómica, utilizada para fines bélicos, terminó por sembrar la muerte en proporciones inauditas».
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