El papa Francisco tiene miedo de que sus palabras suenen a rollo falso y macabeo. “No quiero ser un funcionario de la Iglesia que viene y os da ánimos con palabras vacías, dichas con una sonrisa”. Por eso, nada más llegar esta mañana a Cagliari, capital de Cerdeña, y escuchar a tres de las víctimas de la crisis –un parado, un pastor y una empresaria— quejarse de que la falta de trabajo les está robando la esperanza, Jorge Mario Bergoglio decidió saltarse el discurso que traía escrito: “Perdonad si estas palabras son un poco fuertes...
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