Niccolò Paganini tenía un dominio del instrumento tan desmesurado que se corrió la voz de un pacto con el maligno. Su cadáver tardó 36 años en ser enterrado en sagrado. Ya en vida le llamaban el violinista del diablo. Una vida tumultuosa, su éxito con las mujeres, su genio creativo, su magnetismo personal y su aspecto inconfundible y fuera de la norma de sus últimos años hicieron de él un personaje amado y envidiado a un tiempo.
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