El día 29 de diciembre llegamos a urgencias del hospital general con mi padre de 85 años enfermo de gravedad. La sala de espera estaba saturada de enfermos, el personal sanitario al límite, se desvivían por atender lo imposible. Es indignante que la administración se permita tan poca consideración con sus asalariados. No quiero pensar qué nos ocurriría a los pequeños empresarios si tuviéramos a nuestros colaboradores en tales circunstancias. A inspecciones nos crujirían. En este país los asalariados y los pequeños los que mantenemos el país...
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