Las dudas en torno a la causa verdadera de la muerte de Neruda surgen de los diferentes relatos de lo sucedido el 23 de septiembre de 1973 y las ha suscitado el testimonio, conocido después de 38 años de silencio, de Manuel Araya, quien trabajó con el poeta como chófer y guardaespaldas. “Como a las cuatro de la tarde, nos llamó y nos dijo que, mientras dormía, alguien había entrado en su habitación y le había puesto una inyección. Cuando llegamos, unas dos horas después, vimos que estaba rojizo y con fiebre y se quejaba de un intenso dolor”.
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