El consumo de grandes cantidades de alcohol provoca un estado de embriaguez caracterizado por la desinibición social, la descoordinación muscular, la pérdida del sentido del equilibrio y la disminución de las capacidades cognitivas, entre otros efectos. Dado que actúa como un potente diurético, el alcohol favorece la producción de orina y lleva a la deshidratación. También causa desequilibrio de electrolitos, irrita el estómago y los intestinos de diversas maneras, dilata los vasos sanguíneos y disminuye la concentración de azúcar en la sangre.
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