Notoriedad, contactos, favores debidos y experiencia son los principales atractivos de quienes una vez controlaron un país, algo que no se escapa a quienes requieren sus millonarios servicios. Bill Clinton, Tony Blair y Al Gore –aunque no ha sido presidente– juegan en esta primera división y han visto cómo sus cuentas corrientes han aumentado de una forma más que considerable desde que dejaron sus puestos públicos –por los que, además, gozan de sueldos y ciertos privilegios vitalicios–
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