Antes del verano, por ejemplo, fui testigo de un episodio infame. Por suerte no afectaba a mi vuelo; pero estuve echando un vistazo, a ver cómo acababa. Y acabó como para pegarle fuego a los mostradores. Cuéntelo, señor Reverte, me dijeron dos chicas jovencitas y desesperadas. Por lo menos, que se sepa. Vénguenos. Y en eso estoy. En vengarlas.
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