La historia es casi siempre la misma: una pareja de ancianos emigra a Mallorca poco después de jubilarse, cortan sus lazos con Alemania, cancelan sus pólizas de seguro y se dan de baja en el registro. Deciden no empadronarse en España. Por un lado, cuesta dinero y, por otro, apenas suelen hablar una palabra de español. «Los pensionistas se sienten en forma y piensan que pueden llegar a fin de mes sin seguro médico». Un error que a menudo tiene graves consecuencias.
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