Hace 400 años la gente no tenía tantos miramientos a la hora de solventar sus querellas como los tenemos ahora. ¿Para qué discutir pudiendo meterle al otro dos cuartas de acero en el cuerpo? Sin embargo, aunque cargar armas fuese algo común, no todo el mundo tenía los redaños suficientes como para batirse a la sombra de un callejón; así que acudían a los servicios de los profesionales.El calumniado en cuestión sólo tenía que introducirse, al caer la noche en alguno de los barrios conflictivos de la ciudad, como el arrabal de San Ginés.
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