Los poetas, lo pintores
enrevesan estarcidos
en goterones de azar.
Desduelen estremecidas
estructuras deconstruidas
sin Adornos, ni Derridas
ni Perséfeones, ni Cleos
esculpiendo camafeos
a Kavafis o Renoir.
Fue la escuela,
fue el pupitre
el que parió la salitre
con resabios de alcanfor:
cuando el pueblo no sabía
quien eran Zeus, Thalía,
Ulises ni Agamenón
pintaban mitología.
Ahora el pueblo se instruyó
y por guardar el misterio
de sus flacas estantiguas
reniegan de las antiguas
referencias a lo culto
y se entregan al tumulto
de algún nuevo cementerio
que poder poblar de enigmas
y hermetismos sin valor.
Ahora que muchos entienden
lo que antes era arcano
el menosprecio a lo humano
se ha disfrazado de amor
a conceptos fugitivos.
Para seguir con los muertos,
para escapar de los vivos.