Básicamente todo apunta a que el genoma almacena un historial evolutivo, que le confiere una especie de capacidad "auto-evolutiva". De manera que, según se ha observado en las bacterias, la evolución no sólo consiste en aumentos, decrementos o variaciones del material genético; la evolución también puede consistir en "distintas formas de utilización" de material genético preexistente, por simples combinaciones de activación y desactivación de genes.
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