Stephen Hunter cayó en la cuenta de que había objetos de uso cotidiano que, sin duda, resultarían de lo más útil montados en su moto. Comprobó que el ángulo de visión que ofrecía la tostadora de su cocina, por ejemplo, era considerablemente mayor al de sus dos espejillos. Al probarlo el resultado fue tan positivo que de aquella experiencia ha salido un invento, RiderScan, que podría salvar muchas vidas o, al menos, ahorrarnos algunos sustos.
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