Cuando una mujer musulmana se baña en pijama siempre hacemos el comentario de que debería adoptar nuestras costumbres y bañarse desnuda. El asunto inquietante es que, como no desarrollamos el tema, parece que damos a entender que el extranjero debe adoptar nuestras costumbres no porque sean las costumbres buenas si no porque son nuestras costumbres, de ahí se sigue que todos debemos cambiar las nuestras según donde nos encontremos. Entonces si obtenemos un trabajo en un país islámico, en el que tuviéramos que vivir, nos taparemos el rostro en público (si somos señoras) o insistiremos a la pareja para que se lo cubra. Y aunque en el fondo no comulguemos con esa u otras costumbres, y las adoptemos por pura conveniencia, esta postura se ve muy chusca a la hora de defender las nuestras y exigir a los foráneos que las adopten.
¿Compartiríamos con un noble mexica la pechuga asada de un prisionero de guerra maya si cayéramos en Tenochtitlan en el siglo XVI? Seguro que la mayoría echaríamos mano de la tizona y lo persuadiríamos con ella sobre la inconveniencia del canibalismo #1. Hoy en día la tizona no es un medio razonable para convencer sobre unas costumbres o defenderlas, el medio razonable de defenderlas es razonarlas, explicar por que son mejores unas y peores otras. Pero como nos limitamos a repetir la idea de que "son nuestras costumbres" (o "las costumbres que tenemos España") pues parece que las justificaciones o los fundamentos consisten en asociarlas al lugar en el que nos encontramos o en que las siga un grupo numeroso de nativos. Aquí por lo menos hay dos falacias y más cosas como ignorancia, ofuscación, cobardía...