El pueblo del sur de España donde el profesor José Luis Sampedro pasa buena parte del año para descansar del ritmo de la gran ciudad parece inundado por la luz de las ideas que radia este nonagenario de espíritu crítico e indoblegable. Este ritmo se ha vuelto frenético – «ya somos casi de dominio público», me dice sonriendo su mujer, Olga Lucas- desde que le concedieron ese Premio Nacional de Letras que muchos consideran una victoria del humanismo y de la libertad frente al pensamiento dominante.
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