La novela engancha. Y hablo de “enganchar” en el más estricto y físico sentido de la palabra. Que anteanoche apagué la luz cerca de la una de la mañana, tras haber estado leyendo un buen rato. A eso de las cinco me desperté súbitamente y, con los ojos como platos, no tuve más remedio que tirarme sobre el libro. Relacionada:
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