Esta afirmación se la escuché a más de un editor durante la feria Liber en Madrid el mes pasado. Editores que confían en que gente que no conoce el idioma convertirá satisfactoriamente un original no pensado para su edición digital en un libro de calidad aceptable. Personas que no perdonarían una nota al pie mutada de página o párrafos truncados a la mitad son capaces incluso de aceptar errores ortográficos graves en libros electrónicos con tal de ahorrar gastos. Creen que nunca rentabilizarán su inversión (su derroche, piensan ellos)
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