No es país para viejos, la novela, no es sencilla de digerir, probablemente cuando uno se enfrenta por primera vez a este cotizado escritor. No es que el argumento sea complejo, sino más bien el estilo narrativo utilizado, carente de estilo directo y plagado de distintos tipos de narradores. Jamás una conjunción como la Y había sido tan innecesariamente utilizada con el único fin de enmarañar la lectura y evitar ese respiro que proporcionan las comas y los puntos. La película, en cambio, superadas estas trabas, promete grandes dosis de tensión
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