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No le temo a la muerte

En el libro Fignon, nacido en agosto de 1960, se reclama de una época en la que todos los corredores practicaban un dopaje artesanal, de anfetaminas y corticoides, un mundo feliz que sufrió como una glaciación insoportable la llegada de la EPO a comienzos de los 90, el dopaje profesionalizado. "Los médicos no ven vínculo entre mi dopaje y el cáncer. Lo que tomaba les parecía ridículo", dice; "si fuera por eso, todos los de mi generación tendrían cáncer. Y nunca he tocado la hormona de crecimiento".

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