No es lo mismo adquirir una franquicia de yogures helados que inventarse un negocio nuevo.Y no es lo mismo trabajar veinte años en Mapfre, IBM o El Corte Inglés que haberse peleado en primera línea con el mercado desde un negocio propio.El impacto de una start up no debería ser medido por economistas,sino por las comunidades a las que afecta.Estamos hartos de leer artículos de Paul Krugman o de Joseph Stiglitz departiendo en los principales foros acerca de cuál es la mejor receta para la crisis,desde sus privilegiadas atalayas de Premios Nobel.
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