Wikileaks ya está donde tiene que estar: en el centro de todas las miradas. Que la Interpol emita una absurda orden de busca y captura contra su cabeza visible, Julian Assange, no es más que una demostración de impotencia, de corrupción a todos los niveles, y de hasta qué punto puede llegar a ser eficiente la estrategia de atraer la atención hacia una persona y retirar dicha atención del complejo entramado de personas, mecanismos y páginas que realmente componen Wikileaks.
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