En la segunda semana del mes de marzo, cuando el brote de coronavirus empezó a golpear con toda su virulencia en España, los hospitales pediátricos estaban a la espera de qué iba a suceder con los niños. Los informes que llegaban desde China e Italia hablaban de una bajísima afectación, pero aún así se vivía una tensa incertidumbre. Un mes y medio después, los pediatras han podido comprobar que la tesis era cierta. Pero las causas de esta aparente protección de la enfermedad siguen siendo, en buena medida, una incógnita.
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