Los niños entienden a los perros mucho mejor que los adultos y reconocen en el ladrido no solo la agresividad, sino toda una serie de emociones. Sin embargo, esta capacidad normalmente se pierde en torno a los 10 años de edad. Los niños lo hacían todo correctamente, determinando exactamente en el ladrido la alegría, la preocupación, la amenaza, la propuesta para el juego, el ruego o la expresión de cariño. Pero los adultos se equivocaban a menudo.
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