El gobierno chino ha optado por la peor de las trinidades imposibles. Mantiene un tipo de cambio fijo y una política monetaria autónoma que impide la libre circulación de capital. Al controlar la circulación de capital impide que fluya hacia la economía libremente y el estado chino redistribuye esos capitales hacia las empresas exportadoras y limita su flujo hacia la población para mantener los sueldos de los trabajadores artificialmente bajos. Curiosamente, un gobierno heredero del comunismo está efectuando una política claramente antisocial.
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