La expansión del culto al “Me gusta” y la temida idea de poder “identificarse con el otro” nos redujeron a una suerte de Naranja Mecánica esterilizada, atados al statu quo corporativo. Para ser aceptados tenemos que seguir el código moral optimista en el que todo nos debe gustar, se debe respetar la voz de todos y quien emita una opinión negativa (un “No me gusta”) debe ser eliminado de la conversación.
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