Conocen el suelo de la ciudad como la palma de su mano. No hay rampa que se resista a las ruedas de sus patines y aprovechan cualquier desnivel para ensayar sus saltos. Los skaters han sucumbido a la arquitectura urbana de Barcelona. Vienen de Europa y Estados Unidos para practicar un deporte que es más que un hobby y que mueve mucho dinero en la ciudad.
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