Cuando llegó la oferta él se opuso. Le dijeron que se estaba equivocando, que por más que no quisiera iba a tener que vender su campo porque el terreno quedaría rodeado de edificios, pero el polaco Michal Myslowski estaba convencido y ya nadie lo podría hacer cambiar de opinión. El proyecto avanzó y las torres fueron invadiendo la zona, pero aquellas hectáreas siguen siendo suyas.
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