Ocurrió en 1827 y se considera el primer truco turístico para promocionar las cataratas del Niágara. Un grupo de propietarios de hoteles locales, liderado por William Forsyth del Hotel Pavilion, organizó un evento de primera magnitud para dar a conocer tan singular destino.Su plan era enviar a la deriva un barco “lleno de animales feroces” para ver si sobrevivían a la caída por las cataratas, para captar la atención de miles de los espectadores que pensaban congregar. Tenían la esperanza que así surgieran inversores.
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