Vivimos en un tiempo en el que la reflexión es repelida. La cultura de lo inmediato, junto con la reducción de lo inmediato a lo placentero para los sentidos, nos constriñen en un simulado abrazo de bienestar y progreso, atrapándonos con pequeños cepos que nos hacen cada día más incapaces de afrontar la realidad en su complejidad. La ausencia de lo reflexivo como ejercicio integral, característico de la vida moderna, inunda muchas más estancias de ésta de lo que pareciera; de hecho, en la espiritualidad y la filosofía, áreas donde (...)
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