Hitler no quería organizar los Juegos que Berlín le había ganado a Barcelona en 1931. Consideraba que eran poco útiles y demasiado internacionales. Goebbels, sin embargo, le convenció del gran valor propagandístico que tenían y el Tercer Reich puso su mejor cara para seducir al mundo que estaba a punto de conquistar y someter. Las voces a favor de un boicot fueron acalladas en Estados Unidos y Gran Bretaña...
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