Para fabricar una nanoesponja, se parte del almidón común que, al entrar en contacto con una enzima natural específica, se degrada hasta formar anillos de moléculas de azúcar conocidas como ciclodextrinas. Cada anillo, o taza, tiene entre seis y diez moléculas de azúcar, de un diámetro de 1 ó 2 nanómetros. Una vez saturada de basura, se puede lavar con un solvente seguro como el etanol y volver a utilizar. Uno de los mayores obstáculos asociados al programa de las nanoesponjas es el gasto, aunque ya está en proceso de solución.
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