La reunión celebrada en 1938 para acoger a los judíos perseguidos por el Tercer Reich fue todo un fracaso. De aquella insensibilidad al exterminio nazi había solo un paso. Hitler, por cierto, se divirtió enormemente con el desastre de Evian, que usó para burlarse de las potencias occidentales, diciendo que él dejaría salir a los judíos “incluso en cruceros de lujo”, pero que los mismos países que denunciaban sus políticas racistas contra ellos tampoco querían acogerlos dentro de sus fronteras.
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