Hace varios meses recibí un mail de un joven guionista solicitando consejo sobre el funcionamiento de las agencias de talento en Estados Unidos. Como pude y supe, traté de proporcionarle algunas claves y le deseé suerte. Pero sobre todo intenté transmitirle lo prioritario de situarse en la realidad del tablero y trascender las fantasías que a menudo genera quien sueña con llegar a un lugar que poco o nada tiene que ver con el que, como espectador, imagina.
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