Irónicamente, las centralitas de telefonía fueron, junto a otra tecnología emergente (la máquina de escribir), un gran impulsor laboral de la mujer, aunque ambos empleos estuvieran muy mal pagados. Con todo, el aumento progresivo de suscriptores finalmente ni siquiera era asumible por las mujeres, y la conmutación dejó de ser manual para convertirse en automática.
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