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La muerte súbita e imprevista no se puede prever

Por lo menos ya en el siglo IV de nuestra era se rezaban unas Letanías o Rogativas Mayores en que una de las cosas que se piden a Dios es “A subitanea et improvisa morte, libera nos Domine”, seguramente y dada la religiosidad de la época que casi ha llegado a la actualidad, la gente temía la muerte súbita porque le hurtaba la posibilidad de no poder confesarse antes de morir y ser merecedora de la condenación eterna, lo que era más grave, si cabe, que perder la vida.

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