«Cuando saquen al muerto, tendrán que vendernos lo que haya», decía una cliente del supermercado estatal Bicentenario, en Ciudad Bolívar, al sur de Venezuela, mientras unos enfermeros sacaban el cuerpo del fallecido en ambulancia. José Gregorio Cortez Fuenmayor, de 41 años, encontró la muerte por ir a comprar dos frascos de aceite y dos de margarina. Murió asfixiado por la avalancha de la gente que pugnaba por hacerse con unos cotizados productos en un país atenazado por la escasez.
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