Esto ha ocasionado que lleguemos a una situación tan rídicula como la actual: juegos vacíos, sin historia ni mensaje, de dos horas de duración, quedando por encima, en la crítica especializada, de las grandes obras maestras de la industria.Y creo que no hace falta que diga que a mí no me molesta la existencia de esos juegos.[...] Pero lo que no puedo soportar es que obras que no tratan al jugador de gilipollas, que le hace reflexionar [...] queden ninguneados con la única argumentación de que “son videojuegos con mucho vídeo y poco juego”.
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